miércoles, 8 de junio de 2011

Mariano Vilallonga en la Casa de Vacas


Rodeado de imágenes madrileñas (puertas, plazas, vallas publicitarias...) a veces  integradas en huecos dentro de los propios cuadros de Coro López-Izquierdo vemos en la Casa de Vacas del Retiro de Madrid las esculturas de Mariano Vilallonga. Si en los cuadros de Coro prima lo concreto, lo reconocible, lo cotidiano,  las esculturas de Mariano apuntan a lo intemporal, a lo esencial, a la abstracción de la vida. 

Los personajes de Mariano se nos muestran en actitudes ajenas a la pose. Están a lo suyo y el espectador accede a ellos como si los sorprendiera al acercarnos a una ventana o al doblar una esquina. Allí están llevando pesos, subiendo escaleras, divisando el paisaje, discutiendo entre sí. Su mundo nos sorprende porque percibimos en ellos nuestra perplejidad ante nuestro propio mundo.

Mariano Vilallonga. Casa de Vacas


Las enormes escaleras, las bibliotecas inabordables, las relaciones humanas imposibles, las discusiones en que no es probable convencer a otros... casi como piezas de humor gráfico que nos mueven a la reflexión sobre nuestras propias incapacidades.

Mariano Vilallonga. Casa de Vacas.


Su escala diminuta no les impide afirmarse. Se resisten a la formación como nos resistimos a ser homogeneizados y confundidos en el grupo. A pesar de su carácter simbólico, de su ausencia de vestimenta o signos  exteriores, nos hablan de su propia individualidad, de un gesto propio, de un aspecto físico diferenciado, de una actitud personal ante la vida.

Mariano Vilallonga. Casa de Vacas


La puesta en escena nos acerca a un decorado teatral en que las claves interpretativas son deliberadamente ambiguas; andamiajes, redes... nos sugieren que no son seres al margen del tiempo y el espacio sino que se sitúan en el mundo, en cualquier mundo. Ese mundo que fabrican a la vez que lo sufren.

Y ese es uno de los posibles mensajes del conjunto. En el hardware que nosotros mismos creamos, habita el software de nuestra vida, nuestra perplejidad ante la creación y ante la relación con los otros.  

Es una delicia imaginarlos a escala natural llenando con su naturalidad parques y espacios públicos, recordándonos que no comprendemos ni sabemos manejar lo que nosotros mismos hacemos.

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