domingo, 17 de junio de 2012

Joaquín Vaquero Turcios


Mi amiga Mercedes me recomendó la exposición dedicada a Góngora que actualmente presenta la Biblioteca Nacional que entre otras cosas hermosas incluye dos hermosos retratos imaginarios realizados por Vaquero Turcios. Muchas veces hemos hablado de Vaquero en estas páginas. A propósito de la pintura como memoria, de cómo una generación recibe una lluvia de ideas plásticas que les hace parecerse o de las técnicas que permiten aproximarse al proceso de creación artística. Hoy me gustaría hablar de alguno de los rasgos de Vaquero que pude atisbar en las escasas veces que pude hablar con él. Como el androide de Blade Runner que no desea que se pierdan las sensaciones que ha experimentado durante su vida como lágrimas en la lluvia.


Mi primer contacto con su obra fue cuando recién llegado a Madrid me admiró le monumento al descubrimiento en la Plaza de Colòn. Me pareció una preciosa traducción del descubrimiento los volúmenes como bloques que enlazaban  continentes separados por océanos. Sus leyendas grabadas en la piedra no dejaban lugar a dudas: junto al trabajo de creación plástica,  un enorme trabajo paralelo de documentación y preparación sustentaba la obra. Muchos años despues pude disfrutar de sus conocimientos sobre el descubrimiento de América. Una auténtica conferencia sobre los hombres y su capacidad para superar el lugar común que la historia les tiene destinados. Esta es una fotografía con un punto de vista elevado tomada de Wikimedia Commons que permite valorar la belleza del monumento con sus voladizos Bauhaus y su orden elegante y funcional.



Incluso hoy, es evidente la ausencia de deterioro en el monumento a pesar de las agresiones que sufre. Junto a la calidad en la ejecución (Vaquero no pudo acabar la obra a su gusto por la premura en la inauguración) me gustaría destacar cómo utilizó las limitaciones técnicas para la propia creación. En una grabación de TVE que se mantiene en el Reina Sofía, pude conocer que la obra, que fue muy discutida en su tiempo, había nacido como un muro que aislara la plaza de Colón del tráfico automovilístico de la calle Serrano. Este conjunto de rasgos: documentación, originalidad, adaptación al terreno, utilización de las limitaciones, superación de las dificultades mediante el trabajo acompañó su obra desde el inicio. Vean este video sobre su trabajo en la presa de Grandas de Saline



y también este documental. 

Vaquero mitad en serio, mitad en broma comentaba que la mejor forma de que te encarguen un gran mural era hacerlo más barato que un pintor industrial.

Hemos comentado que Vaquero era un pintor culto. Dalí solía decir que los pintores no son personas muy inteligentes. Hay excepciones y Vaquero tenía un conocimiento enciclopédico y original sobre el arte.

Más aún, para Vaquero la creación del arte y su disfrute no eran mundos separados. Tuve ocasión de visitar su maravillosa casa en Pozuelo en un par de ocasiones, una casa diseñada por él y que en cierta forma le describía. Utilizando encofrados y pinturas industriales consiguió un resultado de enorme belleza y en su interior perfectamente ordenado y limpio, una talla románica, fragmentos de cerámica etrusca, telas africanas y sus propios dibujos sobre estatuas romanas formaban una secuencia que ilustraba la riqueza del pensamiento de los hombres y sus sueños a través del tiempo en diferentes lugares.

Vaquero veía arte donde otros ven historia o antropología. Arte como un juego en que el hombre muestra lo mejor de sí mismo. Recuerdo con especial placer su valoración del arte rupestre y cómo éramos capaces de realizar una aerografía (este es un fichero pdf en que se le cita) con máscaras recortadas, pajitas y tierras disueltas en agua emulando los logros técnicos de nuestros antecesores, cómo creabamos un ambiente artificial para comprender la vision limitada en una cueva iluminada por teas y la importancia de la sombra que proyecta el relieve de la roca como un elemento más que se integra en la creación.  

 
Junto a sus características intelectuales y artísticas aunaba la elegancia de un patricio, el gusto por la conversación y el respeco a las opiniones ajenas; jamás le oí una queja o reproche malsonante a aspecto cultural alguno.  Uno de sus temas  preferidos era la ausencia de reglas en el arte, la ausencia de caminos reglados. Este es su discurso de ingreso en la academia que trata sobre este mismo tema. Esta es su imagen rodeado de clasicismo y abstracción, aprovechando todo lo que entontraba a su alcance.



Muchas cosas me dejo en el tintero; su hermosa definición de clasisismo (esa estrecha franja que se sitúa entre el arcaismo por un lado y el manierismo y el barroco  que le seguirán), su explicación de su propia obra expuesta en la academia de San Fernando (en ese tiempo yo estaba tan preocupado por los Incas...), su pasión por la enseñanza (estaba tan cansado que solo la alegría de venir a veros me ha hecho levantarme), su enorme obra como pintor y tantas otras.

Todas estas cosas venían a mi mente al ver los retratos de la exposición de Góngora y pensaba en lo bonito que sería poder acudir a una exposición retrospectiva de su obra que nos mostrara también la riqueza de su pensamiento.

2 comentarios:

Mercedes dijo...

Jesús, muchas gracias por este post, me alegra se lo hayas dedicado por fin a este artista, a quien tuviste la suerte de conocer. Y felicidades porque te ha salido redondo.
El monumento a Colón fue polémico, y me temo sigue siéndolo, mucha gente piensa que es muy feo. Nunca había leído una explicación tan bonita como la tuya.
Ojalá te hagan caso y se organice esa merecida retrospectiva.
¡y gracias por la mención una vez más!

Jesus Olivan dijo...

La verdad es que era una maravilla de persona y de artista. Muchas gracias Mercedes.